Blas de Otero
HOMBRE
Luchando,
cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo,
estoy clamando a Dios.
Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.
Oh Dios.
Si he de morir, quiero tenerte despierto.
Y, noche a noche, no sé cuándo oirás mi voz.
Oh Dios.
Estoy hablando solo.
Arañando sombras para verte.
Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.
Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!